Desde la butaca «Esperando a Godot»

Hace unos meses en Sarobe, pudimos ver la obra de Eugène Ionesco “La cantante Calva”. Este domingo pasado, le ha tocado el turno a “Esperando a Godot” de Samuel Beckett.

Lo primero de todo es agradecer a Sarobe que en su programación también apueste por este tipo de obras, fundamentales en la historia del teatro, aunque se alejen un poco de los parámetros más comerciales, con la consabida incertidumbre de no saber qué tipo de aceptación tendrán entre el público.

Las dos obras citadas, tanto “La cantante calva” como “Esperando a Godot”, son un referente del teatro absurdo y ambas son un gran aliciente para la gente que ama el teatro.

Con la idea de contextualizar un poco la obra, hay que decir que el teatro absurdo nace en un momento en el que la visión de la humanidad y de la sociedad no es muy halagüeña: acaba de terminar la Segunda Guerra Mundial y el enfoque pesimista de una humanidad que en poco tiempo ha vivido dos grandes guerras, hace que se propague una corriente de pensamiento (el existencialismo) que se pregunta si realmente la vida tiene algún sentido. En estas condiciones se desarrolla este tipo de teatro con rasgos existencialistas, que, entre otras cosas, rompe con las leyes aristotélicas del teatro (inicio, nudo y desenlace) y se caracteriza por tramas que aparentemente carecen de significado, y diálogos incoherentes y repetitivos, que a menudo crean una atmósfera irreal y onírica, creando sensaciones diversas en el espectador.

Este es el caso de “Esperando a Godot”, llevado a la escena por la Compañía sevillana Atalaya, con más de 30 años de trayectoria artística y especializada en poner en escena obras sobre todo clásicas, representativas de autores como Sófocles, Valle Inclán, Fernando de Rojas o Shakespeare.

La obra consta de dos actos en el que dos personajes Vladimir y Estragón, dos vagabundos, están esperando a un tal Godot que nadie sabe quién es (no lo sabremos tampoco al final de la obra), pero que parece ser el único aliciente por el que aún están vivos. Esta espera vana, refleja la carencia de sentido de la vida humana, que yo diría que resume el tema de la obra. En el transcurso de la espera, aparecen también otros dos personajes Pozzo y su esclavo Lucky, los cuales son todavía más extravagantes que los anteriores.

En la puesta en escena de Atalaya lo que ocurre es que, del primero al segundo acto, los roles actorales se intercambian. Los actores que encarnaban a Vladimir y Estragón ahora son Pozzo y Lucky, y viceversa. En ese sentido, creo que es un gran acierto y es bastante coherente con la incoherencia que transmite esta obra y en general el teatro absurdo.

Por otro lado, destacaría la interpretación de los cuatro actores/actrices, como sobria y orgánica, y con la suficiente contención para no caer en la sobre actuación y la parodia, cosas que pueden suceder en este tipo de representaciones. Es también de destacar el ritmo de la obra, cosa que se agradece y ayuda a que la obra no caiga en el tedio, teniendo en cuenta que se trata de un texto repetitivo, carente de una trama que avance, con diálogos incoherentes, y a veces bastante densos.

En definitiva, resumiendo, para mí es una gozada el poder ver en Sarobe este tipo de obras, arquetipos de la historia del teatro, avaladas por el trabajo de una compañía teatral como es Atalaya.

¡Viva el teatro!

Mikel Agirregomezkorta Casals

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