El taller de teatro ha concluido su andadura con la muestra final y ahora toca hacer balance. Aparte de esto, me gustaría comentar una sensación que se me reproduce año tras año después de cada fin de curso. Es una sensación agridulce provocada por circunstancias que no sé si son posibles cambiar.
En efecto, después de realizar un gran esfuerzo por parte de todos para poder llevar a cabo este reto, a costa de ponerle mucho corazón, cariño, ilusión, constancia, pero también a base de mucho sacrificio, (hay que recordar que en el proceso final, las horas de ensayo son muchas más de las que marca el taller, con lo que esto supone: tensión, estrés, nerviosismo, etc.), me surge la duda de si ha merecido la pena.
Me explico; una vez pasada la euforia del estreno, a la sensación normal de vacío se le suma otro vacío que tiene que ver con el inexistente recorrido de la obra, una vez realizada. Acaba de nacer algo, el parto ha sido maravilloso a la vez que doloroso, pero la criatura no tiene futuro. Y es una pena, porque lo más difícil ya está hecho y ahora lo bonito sería verla crecer entre un público que la haga desarrollarse y evolucionar.
Pues bien, comentando esto que estoy tratando de transmitir con una amiga y profesora de yoga, me habló de los mandalas tibetanos. Simplificando, se puede decir que un mandala es una representación simbólica, espiritual y ritual del universo que se realiza entre otras cosas para trabajar el desapego, así como simbolizar la transitoriedad de la vida. En concreto, en los mandalas tibetanos se juntan unos monjes y van elaborando con arenas de colores y paciencia infinita una figura geométrica circular que les puede costar varios días. Una vez realizada, la destruyen como símbolo de que nada dura para siempre.
Me gustó el ejemplo que me puso mi amiga y aunque sigue siendo un poco duro, los trabajos finales del taller me los planteo de esa manera, como si fueran mandalas.
De todas formas, valorando esta presencia espiritual y ritual que tienen estos mandalas finales del taller de teatro, estaría bien que en la medida de lo posible, éstos se pudieran relacionar con otros mandalas teatrales que se realizan en otros pueblos de alrededor. Creo sinceramente que esto no requiere demasiado trabajo y es posible. Por eso, desde estas líneas, a quien corresponda, me gustaría hacer un llamamiento para que esto ocurra.
Mikel Agirregomezkorta
Zurriburri elkartea- Director del taller de teatro de Urnieta.