Con el comienzo del nuevo año, entramos también en una nueva etapa del taller de teatro. Tal y como comentaba en el escrito anterior, esta nueva etapa se nutre de lo experimentado y jugado en la fase anterior, a la vez que supone algo nuevo y diferente, sobre todo, en lo que se refiere a su objetivo final.
Dicho de otra manera, empezamos un nuevo proceso en el que se mezclarán objetivos comunes con los de la fase anterior y a la vez surgirán objetivos diferentes. Comunes, porque no tenemos que abandonar esa curiosidad por explorar, probar, jugar, sorprenderse y dejarse sorprender. Y diferentes, porque aparece un objetivo más concreto, como es el germen de algo que desembocará en una muestra final.
En este camino, del germen a la representación, se abre un nuevo mundo lleno de posibilidades que, poco a poco, se irá definiendo y haciéndose más nítido, hasta llegar a ser lo que finalmente será el resultado final.
Es curioso porque el resultado final tendrá que ver con lo que se proyecta en el nacimiento, pero a la vez tendrá cosas nuevas que irán surgiendo por el camino, así como otras cosas que se irán quedando y que, materialmente por lo menos, no formarán parte del espectáculo.
De todas formas, tengo que decir que, sin quitar importancia al trabajo final, en cuanto resultado, a mí me resulta más interesante este nuevo proceso de búsqueda y exploración que se abre en este momento, que el producto final en sí. En ese sentido invito al público a hacer una pequeña reflexión a la hora de ver cualquier tipo de espectáculo: se trataría de ir un poco más lejos de lo que perciben nuestros sentidos e intentar sentir o intuir las partes no visibles del mismo, que aunque no sean tan tangibles, también están presentes. Son cosas que, probablemente, trascienden nuestros sentidos y quizás haga falta percibirlas con el corazón.
Mikel Agirregomezkorta
Responsable del taller de teatro de Urnieta